1
Cuando llegué a la aldea mi voz era apagada,
y tenía un profundo dolor en la mirada.
Recuerdos de mi sueños con pesadez de roca
traía en el revuelo de mi cabeza loca.
En mis labios la mueca de la palabra amarga,
y el cardo, entre mis manos, de una desdicha larga.
Me vieron los vecinos, y en todo el caserío
se comentó el misterio del sufrimiento mío.
Urdieron una historia de espanto las abuelas,
y al ir por agua al río, temblaban las mozuelas.
Salí por los caminos, y al ver mis ademanes,
miráronme con ojos de asombro los gañanes. (2)
Pero Milón me dijo: —Tienes un alma buena.
Yo soy un pastor viejo; te quitaré esa pena.
Vendrás a mi bohío, que esa tristeza extraña (3)
se cura para siempre viviendo en la montaña.
Como se pierde el trigo que llevan al molino,
se perderá tu angustia por el primer camino.
Se ha de volver tranquilo tu corazón huraño,
en día que te duermas en medio del rebaño.
El son de las flautillas te encantará el oído.
En los espliegos verdes olerás el olvido. (4)
Cautivará, de limpio, tu sed el arroyuelo,
y te vendrá a los ojos la mansedad del cielo.
Y una pregunta un día me harás con tu mirada:
—Milón, ¿y mi tristeza?—. Y ya no tendrás nada.
2
Como Milón me dijo, me hice un bastón de espino,
y una red de tomiza, y un zaque para vino. (5) (6)
Me preparé un pellico para vestir de invierno, (7)
y aprendí una balada de un estribillo tierno.
3
Una mañana fresca —ya empezaba a gustarme
la vida de la aldea— Milón vino a buscarme.
Traía en las alforjas especias y pan grueso
y, para siete días, vinagre, sal y queso.
En medio del hatillo de cabras, parecía
que su perrito negro ladraba de alegría.
Salimos. Los aromos estaban florecidos.
Los bueyes se ausentaban con profundos mugidos.
En la campiña húmeda cantaban los labriegos,
y era fragante el humo de los primeros fuegos.
4
Milón me iba diciendo: —Si Dios nos acompaña,
tendremos siete noches de luna en la montaña.
Siete noches tan llenas de encantos halagüeños,
que siempre en tu recuerdo serán tus siete sueños.
Un favorable y largo pasado me declara
que es dulce estar hablando bajo la luna clara.
A sentir cosas nuevas es hora que te aprontes,
porque hoy verá tu pena la luna de los montes.
Nunca veré en mis días una esperanza trunca
reverdecer de lleno como la tuya, ¡nunca!.
Porque mirando estrellas igual que los manzanos,
en una sola noche florecerán tus manos.
Tus pálidas mejillas, ante mis viejos ojos,
se pintarán de sangre como los pechirrojos.
Y la caricia helada de tu palabra grave
se hará sobre tus labios un vientecillo suave.
Y volverás diciendo: —La vida es buena, es grata.
La vida, ¡oh viejo amigo!, es como una sonata. . .—.
¡Oh sí, la vida es buena! ¿Qué cosa inadvertida
buscáis en la inocente claridad de la vida?.
No hay nada que sea dulce como cambiar señales,
sentarse en los caminos, comer en los umbrales
y ver que nos sonríen desde una humilde choza. . .
¡Oh, si al volver del monte, te sonríe una moza!
Canta a la vida, amigo, porque la vida es santa
y es agradable y bella. . . ¡Canta a la vida, canta!—
Y por aquel camino, bajo el azul eterno,
yo canté la balada del estribillo tierno.
5
La tarde que volvimos era una tarde rosa.
Llegaban cantos vagos de la campiña humosa.
Por el sendero angosto, que olía a romerillo
y a balsamita fresca nos seguía el hatillo. (8)
Y adelante el perrito se alejaba ligero
como con un deseo de llegar el primero.
Y yo decía: —Noto que estoy todo rosado
como una flor de arándano. Milón, ¿qué me ha pasado?.
Mi vida está colmada de una armoniosa calma.
Algo que es como un ala me golpea en el alma.
Hoy me miré en la limpia corriente de las peñas,
y no encontré en mi cara feliz aquellas señas.
Tú ves, no soy el mismo. Pienso que es bueno todo,
hablo con voz tranquila, camino de otro modo,
y siento un gran deseo de amar una pastora,
por quien, sin conocerla, mi corazón ya llora.
Oh, Milón, una íntima voz me manifiesta
que bailaremos juntos en la primera fiesta.
Quizás al lado tuyo, muy pronto, con sus cabras,
pasaremos diciendo las más dulces palabras.
Quizás mañana mismo tú me verás con ella
volviendo del arroyo con la primer estrella.
Oh, pastor, si me quiere, yo la daré un pandero,
y un cántaro de barro, y un saquillo de cuero.
Serán suyas las flores del monte y la campiña,
y a comer uva blanca la traeré a tu viña.
Yo soy un niño, ¡un niño! ¡Qué ingenua es mi alegría!
Milón, dime qué tengo.
Y Milón sonreía.
(1) Eglógico: (o bucólico) Relativo o perteneciente a un tipo de composición poética caracterizada generalmente por una visión idealizada del campo, y en la que suelen aparecer pastores que dialogan acerca de sus afectos y de la vida campestre. (N del E)
(2) Gañanes: Mozos de labranza. (N del E)
(3) Bohío: Cabaña de América, hecha de madera y ramas, cañas o pajas y sin más respiradero que la puerta. (N del E)
(4) Espliego: Planta aromática de tallos largos y delgados, hojas estrechas y de color gris y flores azules en espiga; se usa en perfumería. (N del E)
(5) Tomiza: Cuerda o soguilla de esparto. (N del E)
(6) Zaque: odre o vasija pequeña para bebidas. (N del E)
(7) Pellico: Abrigo de pieles usado por los pastores. (N del E)
(8) Balsamita: (Salvia verbenaca) Especie vegetal recta, perenne de 20-80 cm con hojas divididas y flores pequeñas, azules, lilas o blancas. (N del E)