Poesía bucólica y social
José Pedroni, el hermano luminoso
Por Nina Thürler - Poeta - Para “El Arca digital”
Tal vez postergado por estos años de múltiples ansiedades, José Pedroni sigue siendo una de las más jerarquizadas voces de la poesía nacional. Lugones lo llamó "místico, a la manera pagana de las églogas". Como poeta bucólico, cantó a las tareas rurales, a las cosas esenciales.
En tiempos en que los valores esenciales del hombre parecen olvidados, se hace necesario regresar a la observación de conductas y obras humanas que reflejan precisamente al hombre y a sus necesidades como eje central.
En el caso argentino bien vale recordar a José Pedroni, (l899-l967), poeta nacido en Gálvez, provincia de Santa Fe y radicado desde muy joven en Esperanza —ciudad que fuera uno de los centros de la colonización agrícola y a la que, a través de sus composiciones líricas elevara al rango de mito— es uno de los principales referentes de la poesía argentina.
En su obra se proyecta un espíritu de justicia y fraternidad, una defensa permanente de las gentes sencillas, del hombre de trabajo, de su armonía con la naturaleza.
Como poeta bucólico, cantó a las tareas rurales, a las herramientas de labranza, a las cosas esenciales.
Podría decirse que Pedroni siguió los lineamientos trazados anteriormente por el Grupo Boedo —que en Buenos Aires lo integraron Alvaro Yunque, Roberto Mariani, Elías Castelnuovo, César Tiempo, Luis Emilio Soto, entre otros—.
Pero de ninguna manera se lo debe encasillar en grupos o escuelas ya que, al vivir alejado de los centros intelectuales que en esa época marcaban una orientación destacada en la cultura nacional, su obra se desarrolló en la soledad de sus espacios provincianos, como la de otros tantos poetas —recuérdese al entrerriano Juan L. Ortiz— que dieron a sus creaciones un matiz que, aún siendo comarcano pudiera llegar a ser universal.
Es posible ubicarlo ampliamente dentro de la denominación de "poeta social", por el tono de denuncia y rebeldía que mantuvo desde sus inicios.
La imagen femenina
También debe tenerse en cuenta que tal vez nadie en la poética nacional dignificó y elevó la condición de la mujer como esposa, hermana, madre, compañera y amiga como lo ha hecho Pedroni y que se refleja en su memorable libro Gracia Plena publicado en l925, en el que lleva una historia íntima, como es el nacimiento de un hijo a la categoría de epopeya: "...
“Mujer, en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura ,
y en el mes de la ciega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.
El hueco de tu almohada tendrá olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido.
(.................................)
Un día, un dulce día, con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento.
Y será el regocijo
de besarte las manos, y de hallar en el hijo
tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos, un poco, casi nada”
(Maternidad, de Gracia Plena).
El libro mencionado le valió a Pedroni un comentario enfático de don Leopoldo Lugones, en el diario La Nación: "...místico, a la manera pagana de las églogas, es decir, por tierna exaltación ante el bien y la hermosura de la vida, cuya vibración trasciende a la forma religiosa del panteísmo, el libro de este poeta canta, como ningún otro de los argentinos, las albricias del país... " y termina don Leopoldo llamándolo "hermano luminoso". Y en verdad, como algunos otros poetas, Pedroni había hecho suyo el tono lugoniano.
La imagen femenina asoma en la mayoría de sus poemas como un símbolo de hermandad y de paz:
El hombre y la mujer sobre la tierra nueva.
El hombre, que en el puño la levanta y la alienta.
La mujer que en la mano del hombre la contempla;
la mujer que en la mano, como a una igual la tienta.
Hombre y mujer, mirándose, para decirse : "Nuestra!"
El hombre con el hacha para encontrar la tierra
la mujer con el agua para que el hombre beba/
(…………………………………...)
(de Monsieur Jaquin).
Lo universal y lo provincial
Los "gringos", como se denominaba a quienes llegaron a colonizar la región y que la convertirían en un sector agrícola importante, fueron cantados en todos los tonos de su voz, conformando una constante en su poesía. Esos "gringos", labriegos humildes, esforzados hombres de trabajo, eran vistos por el poeta como sujetos a los avatares de una tierra extraña, pero empujados por la esperanza y por la fe en sus propias posibilidades: "Hoy nadie llegaría, pero ellos llegaron/ sumaban mil doscientos, cruzaron El Salado/ y al cruzarlo, afanosos lo probaron / y sus hombres dijeron "amargo!", pero siguieron..." (de La invasión gringa) Le preocupaba la suerte de estos campesinos a los que había visto muchas veces desalojados de los espacios en los que habían ido dejando su vida.
La multiplicidad de lo familiar y del ámbito, de lo provinciano y lo universal, de lo personal y lo histórico, ha hecho que el poeta –a partir de hechos aparentemente intrascendentes-, creara una obra que va mucho más allá de lo sugerente y que mereciera un espacio significativo en la historia de la poética nacional.
En los poemas de José Pedroni queda expresada su afirmación del hombre, de la libertad, de la capacidad de integrarse en el mundo por la fuerza del amor, por su visión del hombre como un hermano, la alegría del trabajo, la esperanza de un futuro sin distinciones sociales.
En cuanto a su estilo, Pedroni no aspiró nunca a ser un precursor, a fundar una escuela, un nuevo lenguaje. Su lengua fue el lenguaje simple de los hombres humildes. La poesía era entendida como vía de comunicación entre los hombres y el mensaje debía ser claro y fluido. Los valores que importan en el hombre debían ser emitidos de manera que pudieran ser comprendido por todos, sin experimentos lingüísticos, ni subterfugios literarios, alejados de las crípticas y oscuras escuelas que tratarían de imponerse más tarde.
Algunos de sus libros son: La gota de agua (1923, Premio Nacional de Literatura); Gracia Plena (l925); Poemas y palabras (1935) Diez mujeres (1937); El pan nuestro (1941); Nueve cantos (1947); Monsieur Jaquin (1956, Premio Alberto Gerchunoff y Segundo Premio Nacional de Poesía) y Cantos del hombre (1960)