Quiero a tu pueblo de poquita gente,
todo arrecido como un blanco abuelo; (*)
tu pueblito vulgar que lentamente
bajo la luz se desmorona en cielo.
Quiero a tu pueblo que no tiene un pino,
ni un álamo, ni un puente, ni un recodo
de mar o de arroyuelo o de camino. . .
Lo quiero igual que si tuviera todo.
Quiero a tu pueblo en tu casita chata
que la cocina primitiva ahuma,
en la hierba que humilde se recata
y en cardal que al viento se despluma.
Lo quiero en el espino contrahecho,
en la campana vieja que te nombra,
y en árbol casual que un corto trecho
te va siguiendo derramado en sombra.
Lo quiero en toda faz y en toda mano
cuya serena dicha te atribuyo,
y lo quiero en los ojos de tu hermano,
sólo, mi amor, porque es hermano tuyo.
Lo quiero tanto que a su mismo suelo
con mi pueblito entero me traslado,
para poder vivir en el consuelo
que desde niño caminé a tu lado.
Hondo cariño que llegado a tanto
es una sed dichosa de heroísmo,
con mucho de locura por tu encanto
y un poco de piedad conmigo mismo.
Así, por obra de mi desvarío,
en tu pasado mi pasado incluyo,
viendo a tu casa en el pueblito mío
y al río de mi pueblo por el tuyo.
Ilusión infantil que se disipa
si la palabra de tus padres buenos
con inocente amor nos participa
que hay en el pueblo una casita menos.
Que cumplido en la tierra su destino
_darte a la vida para mi consuelo_,
en ascensión callada de humo fino
se va tu pueblo nuevamente al cielo.
(*) Arrecido: Entumecido - impedido. (N del E)