1
De codos en el balcón,
calle antigua de la iglesia,
con un libro que no lee
está la mujer que espera.
Ha llovido, y el chubasco,
sembrador de manos llenas,
para gloria de chiquillos
tapó de arroz las veredas.
Niñas de la vecindad
están barriendo las piedras;
todas la mujeres barren,
menos la mujer que espera.
Flor de lluvia, en el balcón
qué hermosa se siente ella;
qué hermosa para aquel hombre
todo mojado que llega.
El agua, echada a su paso,
le detendrá en la vereda,
y quizá le diga él,
lleno de buenas maneras:
_¿Por qué tienes a la lluvia
así caída en tu acera?
¿No ves que los pies del hombre
poco a poco se la llevan?
Mujer, levanta los ojos.
¡Qué lindos ojos, estrella!
Pero el hombre no la habló.
Pero la mujer espera.
2
Personaje retrasado,
la luna entra en escena.
¿De donde viene la luna
que viene comida a medias?
La luna fue sorprendida
por los perros en la hierba
y para subir se ayuda
de la ramas de la tierra.
Flor de noche, en el balcón
está la mujer que espera.
Lo que le falta a la luna
lo tiene de sobra ella:
Claro de luna su frente;
anuncio lunar sus piernas;
el lado desconocido
de la luna en su cadera,
y dos lunas en su pecho
que ya no puede esconderlas.
Lo que le falta a la luna
lo tiene de sobra ella,
y lo tiene para el hombre
que pase por la vereda.
¿Será aquél que en el café
en mesa de paño juega
con tres esferas que son
tres lunas sobre la hierba,
o aquél otro que en la esquina
fino bastón revolea
para lucirle la luna
que en la empuñadura lleva?
¡Ay, qué hermosa está y qué sola,
qué sola la luna llena!
3
Tocada la medianoche
en el reloj de la iglesia,
una mujer con la luna
se va a la cama con pena.
El aire la está mirando
por el ojo de la puerta:
ya se quita los anillos,
ya se saca la pollera:
ya a sus pies deja caer
un montoncito de seda;
ya el antifaz de sus pechos
en el picaporte cuelga;
ya quiere leer un libro,
ya apaga la luz, ya piensa.
¡Ay, ya se pone a llorar
con la melena revuelta!
Afuera la luna baja,
es un globo que se quema.