En la muerte de Lepoldo Lugones (*)
1
Nadie la oía, pero tu alma oía. . .
Casi no era una voz entre las voces,
que viniendo del lado de los dioses
dondequiera que fueses te seguía.
Rondó tu sueño. Presenció tus goces.
Se mezcló en tu dolor, tanto, que un día,
vuelto hacia ella y “para hacerla mía”,
te diste al viaje que no tiene adioses.
Después de ti, ¡cuánto fallido vuelo;
cuánta mirada que no encuentra el cielo,
y cuánta flor segada y por el suelo!
Ninguna voz pudo decirte: _¡Espera!_,
pues que la eterna voz por ser quien era,
selló tu boca para darse entera.
2
Fue el día dieciocho de febrero,
cerrada afuera tu querida luna
que por primera vez te era importuna.
Fue el día dieciocho de febrero.
Noches atrás, abandonada, una,
una mujer de manto color tierra
lloraba en un camino de tu sierra
como nunca lloró mujer alguna.
¿Era el presagio? ¿Era el dolor? ¡Dios sabe!
Nadie llevóle una palabra suave.
Nadie dióle su pan, su luz, su llave. . .
La dejaron caída en el sendero.
Era tu alma, que murió primero.
Fue el día dieciocho de febrero.
3
Arroyo que le buscas desvelado,
¡por qué buscas un bien que no has perdido!
Sauce, no digas: _Por aquí se ha ido. . ._,
imagen del dolor enamorado.
Clavel contra la tierra alicaído,
levántate a esperar, que no ha pasado.
Hombre, no digas: _Ya no está a mi lado_.
No respondas, mujer: _Tú lo has querido_.
Arroyo, que lo tienes por arena
y en el ave; sauce, en tu propia pena;
flor, en tu gracia: prímula o verbena.
Hombre, en tu voz; mujer, en tu mirada;
niño, en toda tu cara iluminada,
¡oh, dulce niño que no dices nada!
1938
(*) Leopoldo Lugones: (n. Villa de María, Córdoba, Argentina, 13 de junio de 1874 - † San Fernando, Buenos Aires, Argentina, 18 de febrero de 1938) fue un poeta, ensayista, periodista y político argentino. (N del E)