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Una historia vulgar |
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Una historia vulgar
A Rosa Wernicke, que le gustaba este poema, y no se por qué.(1)
El perro no era mío.
Yo lo encontré una siesta
por la orilla del río.
Le hice un poco de fiesta:
le halagué las ijadas
y el dorso polvoriento,
y él, contento,
me puso en las rodillas
sus dos patas mojadas.
De regreso, a hurtadillas,
me siguió por el puente.
Siete veces contadas
lo arrojé duramente.
El entonces huía
tanto como el alcance
de una pedrada mía.
Allí se detenía
sin comprender.
No sabía
si seguir o volver;
pero después, en cuidadoso avance,
con la gente volvía.
Cuando llegué a mi casa
(¡qué linda mi vecina!),
Leb doblaba la esquina
con su mirada escasa.
Me vio sacar la llave, abrir la puerta
y dejarla entreabierta
al sol puro del día.
Con su paso de zorro desconfiado,
él no tardó en llegar,
y cuando yo lo hacía
desandando lo andado,
asomó en la abertura, cautelosa,
su cabeza angular.
Le arrojé lo primero
que mi mano alcanzó
(¡ay, mi florero
con su rosa!),
y él huyó.
Pero la misma noche
su ladrido
me despertó.
Después, entredormido,
le oí ladrar a un coche,
gruñir a un tiro lejano como de pistola
de arzón, (2)
y golpear en mi puerta con la cola,
que era su corazón.
Al romper la mañana
la campana
tocó el Avemaría.
Despacito
me acerqué a la ventana.
Mi vecina barría.
(¡Qué linda con su rulito!).
En el disco del puente todavía
brillaba el farolito
que colgó el guardavía.
Ululando, un mochuelo
se levantó del suelo.
A los ojos del día,
desnudas en el cielo
cuatro estrellas
temblaban sorprendidas
como cuatro doncellas;
y en la calle, las orejas erguidas,
el hocico altanero,
la vista brava y quieta
y la cola arrollada sobre el lomo
en forma de corneta,
Leb estaba de guardia más entero
que un soldado de plomo.
Mi corazón vacío,
ni bueno, ni cruel,
ante aquel animal
tan sólo y fiel
que me estaba esperando,
se conmovió en su hastío.
Silbando,
lo traje hasta mi umbral,
y me quedé con él,
como si siempre hubiera sido mío.
Leb era inteligente
y de buen corazón.
En la boca, hasta el puente,
me llevaba el zurrón; (3)
desde el puente volvía
con mi atado de ropa.
Sabía
levantar una copa,
caminar en dos patas, dar la mano
lo mismo que un hermano,
atrapar en el aire, boquiabierto,
un mendrugo de pan, hacerse el muerto,
bostezar como un hombre ante mi charla,
alcanzarme el bastón
y saltar una mesa
Cierta vez, de sorpresa,
en la humilde estación
él me vino a esperar.
(Yo llegaba de un viaje
que me tuvo dos noches
de lugar en lugar).
Cuando vio mi equipaje,
locamente
me buscó por los coches,
correteó por la vía,
y se puso a ladrar
de alegría
entre toda la gente.
Parecía
que estaba por hablar.
Suave de condición,
obediente, callado,
Leb se había ganado
mi corazón.
Lo quería
como puede querer
a un niño una mujer.
Dibujaba, sin mirar,
su agudo perfil.
Conocía,
a tiro de fusil,
su cola militar,
y su ladrido,
como la voz de un ser querido,
entre diez mil.
Mi alegría
era verlo correr,
suelto el latido,
tras la pieza que huía,
y sin miedo nadar
por la misma corriente;
mi placer,
contemplarle el lunar
que estrellaba su frente;
mi dolor,
la risa de la gente
por su feo color,
su oreja recortada,
su colmillo saliente
y su nariz de payasín, alzada.
Nunca le até cordel
ni le puse bozal:
¡Lo sabía tan fiel,
tan dócil, tan formal!
Y así, mientras fue mío,
no mordió a gente alguna,
ni en el río,
ni en la calle desierta,
ni ladrando a la luna
o al farol,
ni guardando mi puerta,
ya en la sombra,
ya en la alfombra
hecha de hierba y sol.
Pero un día,
sin un ladrido hostil
a lo que más quería,
se fue tras el halago
de un silbido sutil,
el silbido
de un vago.
Mucho después, herido,
regresó a mi dulzura,
y en mi puerta, a deshora,
llamó con la amargura
de una mujer que llora.
Como era sólo un perro,
no supo contar su drama.
Quería,
pero no podía.
Digo que fue un guerrero.
murió debajo de mi cama.
1926
- Rosa Wernicke: (1907 – 1975) Novelista Argentina esposa del pintor rosarino Julio Vanzo (1901 – 1984). Ambos fueron buenos amigos de José Pedroni. (N del E)
- Arzón: parte arqueada que une los brazos de la silla de montar donde usualmente se guardaba la pistola de chispa. (N del E)
- Zurrón: Bolsa grande de cuero para portar víveres, ropas o enseres, utilizada generalmente por pastores y cultivadores. (N del E)
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POETA |
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Yo fui niño una vez,
pero hace mucho.
Me dormía enroscado en la vereda.
Hay una voz que todavía escucho.
Hubo una mariposa. Era de seda.
Debió pisarme
alguna vez un hombre.
Debió mirarme una mujer dolida.
Yo no me acuerdo.
No tenía nombre.
Era, me acuerdo,
como liebre herida.
Enamorada de mi sangre sola
que se dormía al sol
en cualquier trigo,
la mariposa entraba en mi corola.
Yo no sé lo que ella hizo conmigo;
pero ella iba detrás de mi amapola,
ella y la voz que me llamaba amigo.
José Pedroni - 1961 |
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SITUACIÓN |
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Paloma, espiga y ancla,
a 31 grados y 25 minutos
de latitud Sur
-línea del río y la calandria-
y 60 grados y 56 minutos
de longitud,
está mi tierra: Esperanza.
Es un pequeño punto palpitante
hacia el norte del mapa;
boya del trigo verde
corazón de la pampa.
José Pedroni - 1956 |
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PLOMADA |
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Cuelga de un hilo de pescar la pesa
y es un pequeño mundo,
suspendido.
Un ángel invisible la sostiene.
Señala el centro de la tierra,
herido.
Sigue su vertical,
hombre constante,
y llegarás a Dios,
hombre afligido.
José Pedroni - 1963 |
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