No salgas, hija, a la puerta
por tu muñeca olvidada;
no salgas, que están pasando
todo el día las gitanas;
unas bailando, las otras
pidiendo por las que bailan;
todas barriendo sus pasos
con ancha escoba de faldas.
Monitos las van siguiendo
con las colas arrolladas.
Tocado por una de ellas,
que lleva un niño a la espalda,
ladrido de maleficio
ladra el perro de la aldaba.
¡No salga nadie a la puerta!
¡No vive nadie en la casa!
Esperando en el umbral
se ha sentado la gitana.
Muerta de miedo la mira
tu muñeca despeinada.
En el pecho se le ha roto
la caja de las palabras.
Manejada por el viento,
cubiletean las faldas,
por el camino adelante
las faldas de las gitanas.
Pedrezuelas como dados
a sus pies ruedan jugadas.
Plumillas de cardo huyen
con su panecillo a rastras.
Golondrinas en renglones
se borran como sopladas.
En miles de margaritas
un pánico de pestañas.
¡Ay, nadie salga por flores
que todas están manchadas!
Esperar mirando al cielo
hasta que la lluvia caiga.
Por el camino sin árboles
los carromatos se marchan.
Carromateros de cobre
brillan con toda la cara.
Gitanas adormecidas
tienen las faldas mezcladas.
¡Ay, que se llevan tu nombre,
tu nombre de dos palabras!
¡Ay, que se llevan tu nombre
en la muñeca robada.
En el sitio que hizo noche
la nómade caravana
queda un carbón encendido
que mata con la mirada.
¡Por qué no sigues los carros!
_Me preguntas sin palabras_.
¡Qué tienes que no respondes!
_Tus ojos llenos de lágrimas_.
No llores, hija, no llores
que se te afea la cara;
no llores por la muñeca
que como tú se llamaba.
¡Qué hubiera sido de ti
si te corre la gitana,
si en tus grandes ojos crédulos
sus duros ojos te clava!
Tú tienes un no sé qué
que te viene de mi alma,
un no sé qué por el cual
la voz te sale mojada.
Mi mismo amor por la luna,
mi respeto por el agua,
mi silencio junto al fuego,
mi tristeza en la ventana.
Un niño _el aire_ te sigue
quitándote las palabras.
Un gigante _el sol_ te deja,
si lo miras, sin mirada.
Además, tienes un pelo
que se apaga y no se apaga,
una sonrisa de niño
que todavía no habla
y una vergüenza de flor
que se deshoja al tocarla.
¡No llores por tu muñeca!
¡Ojalá llueva mañana!
(*) Ana María: hija menor de José Pedroni (N del E)