1
Corrida por el bullicio,
tu casa _pájaro blanco_
salió del pueblo y se puso
de parte del campo arado.
La luna dio de beber
anís de leche a los álamos,
y hombro contra hombro están
dormidos como soldados.
Por el camino llovido,
que salva el río de un salto,
en un ligero corcel
va a verte un muchacho bravo.
A la grupa, clandestino,
le acompaña el ángel malo,
toda la cara cubierta
de un embozo colorado.
Una niña _¡ay, la conciencia
del jinete alucinado!_
corre que corre tras él
con los brazos levantados.
El jinete la ha perdido
delante del camposanto,
el jinete no la oye,
el jinete está entregado:
pegada lleva al oído
la boca del ángel malo.
A cien metros de tu casa
se para solo el caballo.
Tu cara quiere volarse
de tan parecida a un pájaro.
Alas tendiéndose son
las alas de tu tejado.
Rodeo de cazador
describe el recién llegado.
Como un nubarrón se abre,
para que pase, el rebaño.
El viento, para ayudarle,
hace ruido con un árbol.
Quieren gritar y no pueden
a su alrededor los gansos.
¡Por qué se callan los teros!
¡Dónde se han ido los galgos!
Una palmera ha crecido
contra el muro hasta tu cuarto.
Su tronco, con el rocío,
es un palo jabonado.
Sobre el plato de la copa
la luna funde su ochavo,
y la palmera se inclina
para que trepe el pecado.
2
Lo que sucedió después,
qué difícil es contarlo:
No te querías quitar
tu hermoso vestido blanco.
El mozo apagó la luna
_cerrando el postigo, es claro_.
Sobre el Cristo de tu cama
el mozo puso su saco.
Para desnudarse entero
un niño no tarda tanto
como tú para quitarte
uno solo de tus lazos.
Sobre el último botón,
cómo temblaban tus manos.
El fue a ayudarte, y tus pechos
por poco se le volaron.
¡Qué merecido que tiene
la cama un hermoso canto,
con una mujer dormida
a poco de haber llorado!
Pero ya se va la luna;
ya vuelven en sí los álamos;
ya el mozo salta de arriba
porque se oye hablar abajo.
¡Tarde te enciendes, oh lámpara!
¡Ay, tarde ladras, oh galgo!
¡Tarde sales al camino,
viejo fusil descargado!
El mozo ya no se ve.
Sólo un galope lejano.
¡Burlada! _grita tu padre_
¡Burlada! _repica el gallo_
¡Burlada! flacos de susto,
_los teros aliquebrados_.
Y por el soplo del viento,
que estuvo echado en el pasto,
la noticia llega al pueblo
antes que llegue el caballo.