Magdalena Morand
“Su cuñada, Magdalena Morand, ciega”.
(Contrato de viaje de Alexis Seppey)
“Esta es la santa que nos ha protegido”.
(Palabras del capitán del “Lord Raglan”).
1
¡Benditos sean los ojos sin miedo
de Magdalena Morand;
bendita y alabada su mano,
dadora de paz!
Cuatro son los veleros
que vienen con la gente del trigal;
vienen sobrecargados
hasta no poder más,
las alas hacia arriba, de palomas
que no pueden volar.
Oro maduro de las mozas
tiene tentado al mar,
y el de los niños,
del color del pan.
Cuatro son los veleros
que vienen con los hombres del trigal.
El “Lord Raglan”, crujiente,
será el primero en llegar,
porque trae los ojos
de Magdalena Morand,
la mano que hila delgado
de Magdalena Morand,
el paso de sueño
de Magdalena Morand,
la señal de la cruz
de Magdalena Morand.
“La Mármora”, “La Linda”, el “Kile Bristol”
vienen detrás.
Siguen el movimiento
del ángel capitán;
de los ojos que advierten
la roca, sin mirar;
del rostro que se mueve lentamente
diciendo “¡allá!”.
Brújula y rosa de los vientos
en Magdalena Morand.
Una ronda de niños que la siguen
es lo que tiene para andar.
Canción de poeta anónimo
sube del barco en paz:
“De Dunkerque partimos.
Somos los hombres del trigal.
Paraná, río grande,
donde estarás. . .”.
De pié en la noche, que es su eterno día,
Magdalena Morand.
Caracol de su oído
oye los peces pasar.
Monstruo de mar revuelto
tiene una deuda que cobrar.
Quiere hundir al “Lord Raglan” con su oro,
y se levanta ya;
quiere hundirlo y no puede, por los ojos
de Magdalena Morand,
que lo miran sin miedo
hasta el fondo de su sal;
por el paso del sueño
de Magdalena Morand
que se adelanta ciega
hasta el borde del mal;
por el pelo de ángel
de Magdalena Morand,
donde el furioso viento
se detiene a jugar.
“De Dunkerque partimos.
Somos los hombres de buena voluntad.
De Dunkerque partimos.
No volveremos más”.
2
¡Benditos sean los ojos sin miedo
de Magdalena Morand!
¡Bendita su mano en la cara de las cosas,
al pasar,
y en el cuello de las madres,
blancas de ansiedad,
y en la boca de los niños
que están por llorar!
¡Benditos sean los ojos azules
de Magdalena Morand!
Recobrada su vista en América,
¡bendito el linar!