Mensajería
La correspondencia vendrá hasta la Capital en la diligencia que
saldrá de la Colonia Esperanza los miércoles y sábados a las 6
de la mañana. Llegando a esta Capital de las 9 a las 10.
Decreto del Gobierno de Santa Fe, del 18 de agosto de 1865.
Suena el reloj, suena el cuerno
y la posta ya está en marcha,
con un juez, con una niña,
con un viejo y una carta.
El viejo, nieve que cae;
la niña, sol de la pampa.
¡Ah, la cabellera de oro
con la cabellera blanca!
Fray Pezzini, de la orden
de los Mínimos, alcanza
al mensajero y le da
tres reales para estampas.
¡Ah, la cabellera de oro
con la cabellera blanca!
El trigal ya está nacido
a ambos lados de la marcha
y se lo ve por el aire
en ráfagas de loradas.
El viejo, nieve que cae;
la niña, sol de la pampa.
En los montes de algarrobos,
dando muerte, se oye el hacha.
La voz del hombre en el monte
y el canto de la calandria.
¡Ah, la cabellera de oro
con la cabellera blanca!
Salta una gama y tras ella
corre en sueños la muchacha.
Un zorro grita, y el juez
se mofa en eco de escarcha.
El viejo, nieve que cae;
la niña, sol de la pampa.
Viudita de vuelos cortos
al carruaje se adelanta.
El mensajero la sigue.
No es un pájaro. Es un alma.
¡Ah, la cabellerade oro
con la cabellera blanca!
¿Quién es el hombre montado,
con el dolor en la cara,
que a medio camino espera
con una carta doblada?
El viejo, nieve que cae;
la niña, sol de la pampa.
¿Quién es y por qué está triste?
La mujer, ¿cómo se llama?
¿Qué amor es ese que da
color de mies quebrantada?
¡Ah, la cabellera de oro
con la cabellera blanca!
Salado, qué quieto estás;
qué tranquilo con tu garza.
La muerte duerme en tu fondo
y hay un ángel en tus ramas.
El viejo, nieve que cae;
la niña, sol de la pampa.
Las bolitas de metal
hace tres horas que danzan.
Juez y viejo están dormidos
y la niña no se cansa.
¡Ah, la cabellera de oro
con la cabellera blanca!
La ciudad está a la vista,
la ciudad de las naranjas.
Ya llegan a Santa Fe,
color naranjo pintada.
El viejo, nieve que cae;
la niña, sol de la pampa.
Al pié de una puerta verde
se pone fin a la marcha.
Baja el juez, baja la niña,
baja el viejo que la guarda.
¡Ah, la cabellera de oro
con la cabellera blanca!
Y sin prisa el mensajero
va al correo de la plaza,
con una carta que llora,
para una mujer de Francia.