En la iglesia de Gouezec, en Bretaña,
San Eloy forjador, tienes tu estatua.
Desengañada y triste de los hombres de hoy,
sé sensible a mi ruego, lejano San Eloy.
Las cosas de aquí abajo no están bien como están.
En unas mesas sobra y en otras falta el pan.
Haga Dios lo que el hombre nunca ha podido hacer:
el bien en cada casa para cada mujer.
Tenga el herrero simple, lo mismo que el señor,
una casa que honrar, con su pozo y su flor.
Y haya en la casa sombra, donde, a media jornada,
esté el herrero echado y la mujer sentada.
Y haya un sitio, el del agua, donde, al cabo del día,
caiga sobre el herrero desnudo la alegría.
Cuánto tiempo que espero. Desalentada estoy.
Los hombres no lo hacen. ¡Hazlo tú, San Eloy!
(*) San Eloy (o San Eligio): (588 - 660) Santo francés; de profesión orfebre y acuñador, fue obispo de Noyon y ministro de hacienda del rey Dagoberto I. (N del E)