HOMENAJE AL POETA ARGENTINO JOSE PEDRONI
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La mesa de la paz

La mesa de la paz
 
 
 
Por el fresco camino
del agua en libertad;
hacia donde el ave se ha ido
y se la oye cantar;
hacia la verde planicie
del lirio natural;
hacia donde reclama la paloma
está la mesa de la paz.
 
 
Sencilla y blanca, enteramente blanca,
hecha de pino albar;
con un arca debajo de la tabla,
llena de pan igual,
y tantos platos como tantos hombres
está la mesa de la paz.
 
 
No está hacia el lado de la voz airada;
no puede estar;
ni de la mano abierta frente al barco
que hecha el trigo en el mar;
ni del sótano oscuro de la ciencia
tras de la fórmula infernal.
No está; no ha estado nunca,
ni nunca estará.
 
 
Hacia el lado del día hay que buscarla,
donde la flor se da;
hacia donde se ha ido la paloma;
ahí, no más.
 
 
El camino es de río sin fronteras;
por él se va.
Acaba en un inmenso mar sin lindes:
la unidad del trigal.
Hay una voz antigua que reclama;
dice: no matarás,
y una voz que conduce;
dice: ama a tu igual.
 
 
La mesa del amor está hacia el lado
donde se ve clarear;
hacia el lado del canto matutino;
ahí, no más.
 
 
No está en la noche del temor y el hambre;
no puede estar;
ni del resentimiento, ni del odio
sin sueño, en soledad;
no está; no ha estado nunca,
ni nunca estará.
 
 
Está en el reino de la vara justa,
del buen pesar:
Cada cual con su vino en la garrafa;
cada cual con su sal;
cada cual con su estrella y con su rosa,
para soñar.
 
 
El aceite es hermoso en la aceitera:
tal su lugar;
la harina lo es en las amantes manos
que hiñen el pan;
el arroz, cuando cae de los puños
con rumor de collar;
la naranja, en el plato, dividida
según ella se da.
 
 
Nada de los escondido y lo negado
sirve a la paz.
Esto es tan cierto como el sol que ciega.
Esto es verdad.
 
 
Donde el aire es de pan puesto a la vista,
allí está.
La mesa limpia quiere manos limpias;
no quiere más.
 
 
Ya la ha encontrado el ave; ya la bestia,
tomando el viento, nada más.
Ya la ha encontrado, y está debajo de ella,
el can,
y junto a ella, el ángel
meditativo de la grulla real.
Sólo tú no la hallas, hombre triste;
descaminado vas,
con tu mujer dolida,
hecha para crear,
con tu hijo,
que un día amargarán.
 
 
Tira el arma en la hierba mancillada
de sangre y alquitrán.
El arma que te han dado y que te pesa,
tírala.
También las piedras del rencor y el odio;
también, arrójalas.
Deja el mundo del trueno y la tiniebla.
Sal a la claridad.
Corta la rosa con tus manos libres;
la rosa, córtala.
Toma del brazo a tu mujer, a tu hijo,
y ponte a caminar.
La mesa del amor está a la vuelta,
la mesa de la paz;
a la vuelta del día con su pájaro;
ahí, no más.

 
 
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POETA  
  Yo fui niño una vez,
pero hace mucho.
Me dormía enroscado en la vereda.
Hay una voz que todavía escucho.
Hubo una mariposa. Era de seda.

Debió pisarme
alguna vez un hombre.
Debió mirarme una mujer dolida.
Yo no me acuerdo.
No tenía nombre.
Era, me acuerdo,
como liebre herida.

Enamorada de mi sangre sola
que se dormía al sol
en cualquier trigo,
la mariposa entraba en mi corola.

Yo no sé lo que ella hizo conmigo;
pero ella iba detrás de mi amapola,
ella y la voz que me llamaba amigo.

José Pedroni - 1961
 
SITUACIÓN  
  Paloma, espiga y ancla,
a 31 grados y 25 minutos
de latitud Sur
-línea del río y la calandria-
y 60 grados y 56 minutos
de longitud,
está mi tierra: Esperanza.

Es un pequeño punto palpitante
hacia el norte del mapa;
boya del trigo verde
corazón de la pampa.

José Pedroni - 1956
 
PLOMADA  
  Cuelga de un hilo de pescar la pesa
y es un pequeño mundo,
suspendido.
Un ángel invisible la sostiene.
Señala el centro de la tierra,
herido.

Sigue su vertical,
hombre constante,
y llegarás a Dios,
hombre afligido.

José Pedroni - 1963
 
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