HOMENAJE AL POETA ARGENTINO JOSE PEDRONI
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Parana

Paraná (1)
 
 
_¿Adónde vas, hijo mío?
_Por mi caballo, al río.
_¿Por tu caballo? ¿Cuál?
_Por mi canoa, digo, que es igual.
_No vayas, que el río viene con ruido.
_No madre, viene florecido.
_Quédate, que no se ven las orillas.
_Viene con flores amarillas.
_Quédate, que no está tu padre.
_¡Qué hermoso es nuestro río, madre!
_¡Y que profundo!
_Profundo y fecundo.
_Turbio, no muestra lo que encierra.
_Turbio, del color de la tierra.
_Me atrae, pero le temo.
_Es manso, de extremo a extremo.
_Es manso en apariencia.
_Lleno está de inocencia.
_Lleva la muerte escondida.
_¡Salud, río de la vida!
_Cállate, que me haces llorar.
_¡Salud, río solar!
_Cállate, por favor.
_Dulce es no tenerte temor.
_Hijo, no hables así.
_Dulce es echarse en ti.
Tu mundo es otro acogedor.
De ti se vuelve sin dolor.
 
 
Dilo conmigo, madre;
dilo llena de gozo,
con tu voz de cantar:
_Salud, Señor y Padre.
Bueno eres y todopoderoso.
De ti le viene al hombre de este suelo
la voluntad de dar.
Por ti el varón es fuerte y mira al cielo;
por ti, dulce de amar,
grande para la espera y el dolor,
la mujer de su vida.
La flor de ceibo es su entregada flor,
porque es como su herida.
 
 
Dilo conmigo, madre,
tu brazo de ángel protector
alrededor de mí;
dilo cantando, con amor:
_Salud, Señor y Padre.
Nuestro eres y nosotros de ti.
Es de raíz y rama
la amistad que nos une, pura como la llama.
Movido hacia tu lado,
tiene el hombre su empuje y la mujer su espera.
El es el árbol inclinado
sobre tu fuerza viajera;
ella, la lluvia verde
de tu sauce constante,
que se va contigo adelante
en cada hoja que pierde.
Irse de ti es llorar.
Mirarte, descansar.
 
 
Dilo conmigo, madre;
dilo avanzando sin recelo,
con tu voz de cantar:
_Salud, Señor y Padre.
Grato es a los ojos tu pasaje hacia el mar;
grato tu viento en el pelo;
grata tu voz en el oído;
grata tu flor
donde se huele el olvido;
grato el verdor
de tus orillas donde nace
el ave venturosa;
grata la arena que en tu seno se hace,
silenciosa.
Y el canto de tu pájaro en vuelo.
Y el arrullo de tu paloma dolorosa.
Y el fulgor de tu pez en el anzuelo.
Y la ascensión gloriosa
de tu garcita mañanera,
y su regreso de ángel por el cielo
con la estrella primera.
 
 
Grato el descendimiento de la nube
que en ti se abreva;
grata su plenitud, cuando sube,
cuando por el aire te lleva.
 
 
Grata la aparición del toro,
rey ígneo, en tu barranca de oro.
Y bajada del cielo, grata la luna hermosa,
desnuda entre tus brazos, desnuda y temblorosa.
 
 
Dilo conmigo, madre;
dilo entrando en el agua sin temor,
y como me hablas a mí, con amor:
_Salud, Señor y Padre.
Dulce es sentirte en los pies;
dulce es echarse a tu lado.
Nuestro día de espera fuerte es
porque es por ti empujado
y por ti protegido.
Eres el can pastor;
de poco dormir,
que nos arrea hacia lo prometido:
el día mejor.
 
 
Tienes la oreja levantada
“hacia el lado de venir”
y el gruñido guardián
sobre la tierra bien amada.
De ti nacen en todas direcciones
los caminos del pan;
a ti vienen con sus dones
_cardumen, flor, bandada_
los otros caminos, los que no piden nada:
¡Oh, San Javier frutal! (1)
¡Oh, Salado: tu gárgara de sal! (2)
 
 
Dilo conmigo madre,
dilo bajando por el sendero andado
que entra en el agua, enamorado:
_Salud, Señor y Padre.
Tu fuerza es infinita.
En vientre de la tierra en tu arteria palpita.
De tu fondo estival
donde el gran pez dormita,
asciende a bocanadas el aliento vital.
Tuyo es el hecho
de la cargada rama y del henchido pecho.
Sobre tu onda danza
con pies de bailarina la esperanza.
En ti está el aliciente
de la ilusión que viaja, permanente;
en ti la levadura
de la libérrima ciudad futura;
en ti la voz de mando
de marchar hacia el día, en multitud, cantando;
en ti la noche y la alborada;
en ti la tarde en rosas cosechada;
en ti todo el pasado;
en ti todo el presente
que arrastra el árbol derrumbado;
en ti el futuro con su sol naciente;
la voz indígena, lejana;
la voz que pasa, combatiente,
y la voz salvadora de mañana.
 
 
Dilo conmigo, madre:
_Salud, Señor y Padre.
Nuestra provincia mansa
en tu brazo descansa.
Es tu mujer encinta
que en el linar se azula y en el ceibal se pinta.
Es tu mujer madura
que apoya en tu caricia su espalda y su cintura.
Es tu entregada esposa,
el pelo en el trigal, casta, desnuda, hermosa.
De tu fecundo aliento
amanece sudada.
Luz de tu boya anclada
vela su alumbramiento.
 
 
Dilo conmigo, madre:
_Salud, Señor y Padre.
La tierra prometida, la buena tierra en paz,
es ésta que tú guardas, ancha, libre, feraz.
Porque así era, al fundador
guiáronlo hasta aquí tu pájaro y tu flor,
y aquél pudo decir,
como en ninguna parte, que era dulce vivir.
Tuyo ¡oh, río! es la gloria
de haberle dado fama al hombre sin historia.
Por tu camino, vacilante,
vino por pan un día el oscuro inmigrante,
y el pan se hizo en su mano:
tuvo pan su mujer, su hijo, su hermano,
y le sobró otro tanto para dar.
Tuya es la gloria de llevarlo al mar.
 
 
1950

 
 
(1)     Paraná: es un río de América del Sur que atraviesa la mitad sur del subcontinente y forma parte de la extensa cuenca combinada del Plata. Con 2.570 km es la segunda cuenca más extensa de Sudamérica, sólo superada por la del río Amazonas. El Río nace entre los estados brasileños de São Paulo, Minas Gerais y Mato Grosso del Sur, de la confluencia del río Grande y el río Paranaíba. Recorre territorio argentino hasta su desembocadura en el Río de la Plata. En este trayecto final, el río sirve de límite natural entre varias provincias, ya que a su margen derecha (oeste y sudoeste) quedan las provincias de Chaco, Santa Fe (donde se inspira este poema) y Buenos Aires, mientras que a la izquierda, se encuentran las de Misiones, Corrientes y Entre Ríos. (N del E)
(2)     San Javier: Río afluente del Paraná medio en la pcia. de Santa Fe. (N del E)
(3)     Salado: Río afluente del Paraná medio en la pcia. de Santa Fe. (N del E)



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POETA  
  Yo fui niño una vez,
pero hace mucho.
Me dormía enroscado en la vereda.
Hay una voz que todavía escucho.
Hubo una mariposa. Era de seda.

Debió pisarme
alguna vez un hombre.
Debió mirarme una mujer dolida.
Yo no me acuerdo.
No tenía nombre.
Era, me acuerdo,
como liebre herida.

Enamorada de mi sangre sola
que se dormía al sol
en cualquier trigo,
la mariposa entraba en mi corola.

Yo no sé lo que ella hizo conmigo;
pero ella iba detrás de mi amapola,
ella y la voz que me llamaba amigo.

José Pedroni - 1961
 
SITUACIÓN  
  Paloma, espiga y ancla,
a 31 grados y 25 minutos
de latitud Sur
-línea del río y la calandria-
y 60 grados y 56 minutos
de longitud,
está mi tierra: Esperanza.

Es un pequeño punto palpitante
hacia el norte del mapa;
boya del trigo verde
corazón de la pampa.

José Pedroni - 1956
 
PLOMADA  
  Cuelga de un hilo de pescar la pesa
y es un pequeño mundo,
suspendido.
Un ángel invisible la sostiene.
Señala el centro de la tierra,
herido.

Sigue su vertical,
hombre constante,
y llegarás a Dios,
hombre afligido.

José Pedroni - 1963
 
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