Hélice del taller _barco encallado_,
la sierra _sin fin_ vuela.
¡Cómo me engañas, pájaro amaestrado!
¡Ay, cómo cantas, sirena!
El organizador
tiene en tu reclamo de cautiva
un señuelo seductor.
Tu llamada efusiva
suple la voz de mando.
La suple cantando.
_¡Todavía está viva!_
gruñe el obrero viejo, tirando.
_¿Qué voz es ésa, tan humana?_
el hombre de la calle, pasando.
_¡Adónde nos llevas, hermana!_
yo, poeta y contador,
la voz quebrada,
con un poco de amor.
Canto.
Canto que nunca muere.
Canto de mujer
que no quisiera querer,
y quiere.
Canto.
Canto lleno de un doloroso encanto.
Canto que no dice nada
y que enamora.
Canto de encadenada.
Canto de corazón que llora.
Canto de boca cerrada.
Canto.
Canto y llanto.
Canto hondo que llama.
Canto de mujer que no quisiera amar,
y ama.
Canto de corazón adentro.
Canto que obliga a remar
a su encuentro.
Canto que no se deja alcanzar.
Canto ondulado como el mar.
Canto de sirena
_¡en qué lejano lugar!_
bajo la luna llena.
Niño a quien le quitan sin razón
la manzana probada;
niño con un pájaro de aire
en la mano burlada,
así mi corazón
cuando dejas de cantar;
así toda tu tripulación,
desorientada.
El brazo quiere remar,
pero no rema.
La vista quiere levantarse,
pero no se levanta,
y el sudor empieza a quemar,
y quema.
¡Canta!,
que eres la ficción
que nos hace trabajar.
¡Canta!,
para que podamos cantar.
¡Canta!,
para vivir con la ilusión
de que estamos en un barco,
en alta mar,
y vamos en tu salvación.
¡Canta, para olvidar!
(*) Sirena: Sonido ululante que se oye a mucha distancia y que se emplea en los buques, fábricas, etc., para avisar acciones o eventos que ameritan especial atención. (N del E)