1
Cuando te bajaron del carro
_un carro que tenía una cola de palo_,
casi no te reconozco
de tan desfigurado.
Por el campo te habían retorcido
caballos desbocados.
Tenías los brazos rotos.
Estabas lleno de barro.
Cabellos rubios de trigo
en tus dedos enredados.
Cuatro hombres salieron de la fábrica.
Cuatro hombres te alzaron.
Cuatro hombres te llevaron adentro,
como se hace con los soldados.
Adentro había hasta cuarenta hogueras,
cada cual con su tajo.
Cuarenta herreros machucaban hierro,
sin compás, a lo bárbaro.
De los yunques saltaban estrellas
para todos lados.
Hasta una de estas fraguas
los cuatro hombres te arrastraron.
El primero hizo irritar al fuego,
que dormía enroscado.
El segundo te acometió en el suelo,
martillo en mano.
El tercero te entregó a las brasas,
despedazado.
El cuarto te rehizo.
Era un artista el cuarto.
Luego vino uno más;
vino con unos tarros,
y te pintó como pintan los niños:
de verde y colorado.
Porque tenía un gorro de papel
que parecía un barco,
este último te hablaba dulcemente
mientras te iba pintando.
La rodilla en el suelo,
¡que bien hablado!
(Que hay algunos obreros
que trabajan hablando,
y otros que no hablan nunca:
¡siempre callados!,
y otros que cantan y cantan,
a sovoz, olvidados). (*)
2
De pie junto al carrero,
arado, ya te vas con tu traje de gala.
Toda la calle es tuya, que está recién regada.
La calle sale al campo pasando por la plaza.
En la plaza hay banderas porque es fiesta mañana.
Gente del pueblo sale de la misa cantada
y, cortándote el paso para verte, se para.
Arado, ¡hasta la vuelta!
Tocan altas campanas.
(*) Sovoz: En voz baja y suave. (N del E)