Yo no tengo otra cosa que mirar que la luna.
Si estás allí, Señor, escúchame:
Ninguna
queja tienes de mí. Mil noches han pasado
_largas, obscuras, frías_, y yo aquí, tan honrado.
Mil noches que me digo, para darme consuelo:
_Todo lo hago por ella; lo saben en el cielo_.
Mil noches que me digo: _No merezco otra cosa_.
Pero tengo una niña, y esa niña es hermosa.
Señor, si ha de casarse, que no sea un sereno
quien me la lleve un día. Sea un obrero bueno
_labrador sudoroso o albañil rubicundo_;
un obrero, el más pobre de los que tiene el mundo;
pero uno que de noche duerma bajo su techo,
con mi niña a su lado, con ella contra el pecho. . .
Señor, la vida es triste sin un poco de amor.
¡Tú no hiciste la noche para dormir!, ¿Señor?