25 de Mayo de 1947
Tengo el amargo privilegio de escribir sobre el asesinato
de mi hijo Enrique. . . Mi hijo tenía 23 años y amaba al
pueblo, a la verdad y a la justicia. . . caído, lo pisotearon
destrozando su cuerpo, que yo había concebido, criado y
educado con amor. . .
Carta de Gladys Tchira (*)
1
Fue un día patrio el de su muerte,
un día solemne.
Todas las madres sintieron los puntapiés en el vientre.
Los sentirán por siempre.
Las mismas madres de los delincuentes.
En el lugar donde el hijo se hace.
En el lugar donde duerme, hasta que nace.
(Tú me habías puesto una escarapela celeste.
Yo la miraba dulcemente.
Los dos estábamos alegres.
Nadie pensaba en la muerte).
Tenía veinte años, veinte años.
Había salido a vitorear su diario.
Lo vitoreaba en alto.
Aleteaba en su mano como un pájaro.
Y era de amor su canto,
de obrero alegre en el trabajo,
de libertad, de Mayo.
El crimen dijo: -Hay que matarlo.
Dijo: Con el ardid del canto,
como se hace para matar al gamo.
Dijo, y el arma
avanzó entre los niños que cantaban.
El muchacho cayó a los pies de la gente.
Pero otro se levantó de él, de repente.
Tomó su voz y echó a correr como la liebre.
Era más fuerte que la muerte.
Tenía el corazón maduro, como flor de cardo.
Los matadores no habían hecho más que soplarlo.
Y la joven simiente
siguió a los matadores hasta los campos verdes.
Tenía veinte años, veinte años.
Tenía el sol entre las manos.
Corría con su llama por el camino alto.
Lo tumbaron por tierra como al gamo.
A puntapiés, caído, lo ultimaron.
El goce desalmado
multiplicó en el suelo los diarios.
También el viento patrio
tenía veinte años.
También, hermosos, altos,
los granaderos a caballo.
El día era de niños, de mujeres,
de flores, de laureles.
(Tú me habías puesto una escarapela celeste.
Yo la miraba dulcemente.
Los dos estábamos alegres.
Nadie pensaba en la muerte).
Quedó con la blancura del niño que duerme;
del niño que al cielo, todos los días, vuelve.
Pero algo había en su pelo, viviente;
en el desorden de su pelo agreste
-crespo, como el de Hércules-;
algo más fuerte que la muerte:
Un viento sembrador, seguramente.
2
Frío se lo llevaron a la madre inocente;
lleno de sangre, frío, dormido para siempre.
“¡Hijo del alma, hijo, que te han hecho!”. La gente
dejó al muchacho en brazos de la madre inocente.
Quedaron los tres solos: madre, hijo y la muerte.
Afuera, una paloma llamaba dulcemente.
(*) Enrique Tchira: Militante socialista muerto a golpes por activistas de extrema derecha, en ocasión de encontrarlo repartiendo un diario de su partido, el 25 de mayo de 1947 en Villa Urquiza -Buenos Aires. (N del E)