Canto al ciudadano del mundo
Sufrid con valor ¡oh, seres!
Sufrid por un mundo nuevo.
Schiller (1)
Con el “Yo creo” de las cuatro promesas
de tu revolución,
que el hombre dirá de pie
y la mujer doblada sobre su corazón,
han de empezar los cantos que te alaben
en el reino de Dios.
Los que así no comiencen
no se pondrán con tu alma en comunicación.
Porque entregaste para vernos libres
tu poca sangre y tu sudor.
Porque fuiste a lo largo del desierto
nuestro asnillo y león.
Porque tu dolor y muerte
fueron el precio de nuestra salvación.
Música que levantas las palabras
en tu loor,
será espontánea de multitud que lleva
su pequeño acordeón.
Nacerá como el agua de la piedra.
Florecerá como entre piedras la flor.
Tendrá de la semilla la misteriosa fuerza.
Tendrá del humo la natural ascensión.
Se oirá clamorosa
como “Going home”, (2)
que en el día primero de tu sueño
tocó el hombre de color;
como “Más cerca, mi Dios, de Ti”
de tu primera hora sin dolor.
Música que no suba de la calle
no se pondrá con tu alma en comunicación.
Porque encarnaste como un símbolo
la esperanza y el amor.
Porque tu palabra había prometido
el día mejor,
y, mirándote a los ojos, como hacen los niños,
el pueblo te creyó,
porque a través de los ojos
se te veía el corazón.
(Era una pedrezuela bajo el agua
con florecillas en derredor).
Porque tu sonrisa estaba en todas partes
y era un seguimiento de sol.
(Se la veía echada en los umbrales;
lucía en toda hoz;
andaba suelta entre las gentes
ofreciendo su flor).
Porque estabas del lado de la risa,
de la alegría y la canción,
y aquí y allá y más allá se oía
tu voz de ¡alto! al dolor.
Porque en la cima de todos los árboles
de tu inmensa región
estabas en el ojo del jilguero
vigía y cantor.
Si la noche caía de improviso,
la luz se hacía en tu voz.
Con la sonrisa de tu mujer se hacía,
junto al hijo varón,
desde los grandes lagos
hasta los campos de algodón.
Esto lo saben todos los que oyeron
tus “fire side talks” (3)
Porque en tu vida no hubo un solo momento
sin amor,
ni aún en el siempre temido
de la indignación.
“Sólo el que ama tiene derecho a castigar”,
decía un poeta de tu devoción,
y tú castigabas por eso,
por amor.
La mano te dolía después del castigo.
La mirabas con pena. Esto lo sabe Dios.
Cántico en que no estén todas las voces
no se pondrá con tu alma en comunicación.
Porque antes que te quebrara las piernas
el golpe de la hoz
(para doblar enteramente
la espiga de tu corazón),
habías bajado a las profundas minas
con el hombre de pico y farol;
habías llegado al corazón del bosque
para hacer noche con el leñador;
le habías dado la mano al maquinista
que gobierna el convoy,
dejándole la rosa de tu nombre
en el apretón;
habías comido el pan del arponero
(de quien aprendiste a remangarte en la labor);
habías abrazado al indio
y caminado junto al sembrador;
habías alegrado tus manos
levantando el trigo y el arroz;
te habías dado a los grandes ríos,
al viento y al sol;
te habías tumbado adámico en la hierba,
resplandeciente de agua o de sudor;
habías dormido con las bestias,
junto al pastor,
y habías comprobado que entre ellas
no existe la veneración,
ni la locura de poseer las cosas,
ni la desdicha, ni el desamor;
todo lo cual te lo había dicho Whitman,
el admirable Walt. (4)
Cántico en que no estén todas las voces
no se pondrás con tu alma en comunicación.
Porque después del gran golpe
que por tierra te echó,
medio caído y medio levantado,
le sonreíste a Dios.
Y vio el pueblo como desempolvabas
tu saco y pantalón,
y cómo recogías del suelo
tu flor,
y cómo lo volvías a la vida
con un soplido de amor,
y cómo cortabas la rama verde,
y cómo labrabas tu propio bastón
(hecho de una recta imperativa
y de una curva para prender al ladrón),
y cómo volvías a la multitud,
limpio de todo rencor,
y cómo lo hacías con las mismas palabras
de Fray Luis de León. (5)
Cántico que no sea de hombres fuertes
no se pondrá con tu alma en comunicación.
Porque en la hora cero del peligro
lleno de “esperanza y determinación”,
en nombre de las cuatro libertades
de tu revolución,
saliste al encuentro del mal
que batía su tambor.
Tu paso está en la arena,
con en los tiempos del Señor,
tu sangre está en la piedra;
en la zarza está tu jirón.
Eras la grulla cabecera
de la “V” del valor.
Ibas dando el santo y la consigna
de región en región.
Nunca se oirá palabra más hermosa
después de Amor.
La habías encontrado en los sagrados libros:
¡Liberación! ¡Liberación!
Hombres y mujeres decían que sí.
Todos se habían olvidado de la palabra no.
Lo decían mirando a la estrellas,
parado el corazón.
La grulla iba volando en la alta noche,
rotas las patas por el cazador.
Cántico que no sea de hombres libres
no se pondrá con tu alma en comunicación.
Cuando caíste
toda la tierra tembló.
El golpe de tu pecho contra el suelo
llenó al rebaño de confusión.
Quedó ciego el soldado y lo mataron.
Solo, en el cielo, en aviador vaciló.
Todos los rostros demudáronse.
Deshojóse la flor.
Y se apagó la lámpara en la cabaña
del más lejano leñador.
La luz no se rehízo.
Se había ido tu voz.
Pero allí estabas, ancha, luminosa,
como nunca se vio;
allí, al alcance de los ojos,
la bahía de la victoria y el perdón.
Te llamabas Franklin Delano Roosevelt. (6)
Camarada debe llamarte Dios.
Para ti las estrellas.
Para ti el sol.
Para ti el lirio y la paloma.
Para ti el mar de tu amor.
Para ti el pañuelo lleno de diamantes
de la bandera de la Unión.
Tuya es la palabra Libertad
y tuya la palabra Amor.
Música que levante los cantares
en tu loor
(¡Danos tu “risa libertadora”;
danos tu humor!),
será espontánea de multitud que lleva
su pequeño acordeón.
(¡Haz que no vuelva el miedo,
que no vuelva el temor!).
Nacerá como el agua de la piedra.
Florecerá como entre piedras la flor.
(Haz que no tenga que esconderse el hombre
para cantar ¡Liberación!).
Tendrá de la semilla la misteriosa fuerza.
Tendrá del humo la natural ascensión.
(¡Haz que la libertad
reine en toda la nación!).
Se oirá clamorosa
como “Going home”,
que en el día primero de tu sueño
tocó el hombre de color;
como “Más cerca, mi Dios, de Ti”
de tu primera hora sin dolor.
Te llamabas Franklin Delano Roosevelt.
Ruega por nos.
(1) Johann Christoph Friedrich Schiller, desde 1802 von Schiller (Marbach am Neckar, 10 de noviembre de 1759 – Weimar, 9 de mayo de 1805), fue un poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán. (N del E)
(2) “Going Home”: Literal del inglés: Yendo/volviendo a casa. (N del E)
(3) “fire side talks”: literal del inglés: Charlas al lado del fuego (charlas comprometidas/íntimas) (N del E)
(4) Walt Whitman (West Hills, condado de Suffolk, Nueva York, 31 de mayo de 1819 – Camden, Nueva Jersey, 26 de marzo de 1892), fue un poeta, ensayista, periodista y humanista estadounidense. (N del E)
(5) Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527 o 1528 – Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto de 1591) fue un poeta, humanista y religioso agustino español de la Escuela salmantina. (N del E)
(6) Franklin Delano Roosevelt (Hyde Park -Nueva York-, 30 de enero de 1882 — Warm Springs –Georgia-, 12 de abril de 1945) fue el trigésimo segundo Presidente de los Estados Unidos y ha sido el único en ganar cuatro elecciones presidenciales en esa nación. (N del E)