Habla Dulcilla (1)
No soy más que una figurilla.
Ella me hizo una noche de luna en la ventana.
Ella se llama Elena y quería una hermana. (2)
Yo me llamo Dulcilla,
y hay una tercera que se llama Inés. (3)
Esta es la que anda en puntas de pies.
Hacer una figura
es siempre una bella aventura.
Acontece
que de una paloma oscura,
la blanca, ya olvidada,
reaparece.
Elena dijo, maravillada:
“¡Oh, he hecho una princesa, y con nada!”.
“sí _dijo Inés,
que se había acercado en punta de pies_,
y puede ser una hada”.
Una figura hermosa
se hace con poca cosa.
Se necesita un matecillo,
la luna,
papel, harina, pelo de cepillo,
tul de cuna,
un pañuelito, un broche
cuyo brillo se acaba. . .
Elena usó su cinta aquella noche.
Recuerdo que cantaba.
Lo primero que Elena hizo de mí fue mi frente.
La hizo mirando la luna durmiente
que estaba en la ventana.
Dijo: “Ya puedes soñar, hermana”.
Después me hizo la mejilla.
Después la sonrisa que hay en mi mejilla.
Por último me hizo los ojos,
desmesurados, de chiquilla,
y yo la miré con tanta dulzura,
que ella exclamó: ¡Oh, Dulcilla!
Mi pelo no es natural.
Es de lana amarilla.
Pero qué hermoso mi pelo estival
cuando viajo del lado de la ventanilla.
Oigo que la gente dice, a coro:
“Allá va Dulcilla.
Miren su llama de oro”.
Cuando llega la noche
Elena me desviste.
Es inútil que me ponga a llorar,
que le diga que estoy triste.
(¿Por qué vendrá la noche?
¿Por qué habrá que dormir?
Es tan dulce cantar,
correr, reír. . .)
Le digo:
“No me acuestes, hermana. Déjame estar contigo”.
Pero ella me desviste.
Sabe que no estoy triste
Me hace pedir perdón;
me pone en una caja de cartón,
y ya no me levanta.
La oigo cantar a ratos.
Canta:
“Las verdaderas princesas no viven en castillos.
Viven en cajas de zapatos”.
“De zapatos. . .”, se oye el eco de Inés
que juega con sus grillos,
o llora sobre un álbum, o anda en punta de pies.
Al fin me duermo dulcemente, y sueño:
Un camino, una loma,
un bosque pequeño,
y siempre una chiquilla
que trae una paloma:
_¿Vamos a volar, Dulcilla?
_¿Cuando?
_Ahora, que la luna brilla.
Y ocurre que me despierto volando.
Con el día, tras el despertador,
ella me hace rezar.
Trae un libro, una flor.
Es la hora en que me enseña a hablar.
(Se abren canciones
que da gusto escuchar).
Me hace hacer oraciones
con el verbo amar,
y con el sustantivo hombre,
y con mi propio nombre:
“Dulcilla ama al hombre”;
y abriendo la ventana
que da a la mañana,
me hace decir mil veces la palabra paz,
“porque es la más bella que se haya inventado jamás”.
La palabra cae deshojada,
como cuando nieva.
Se la ve en la calle, pisoteada.
Pero hay quien la recoge y se la lleva.
Así, con este lenguaje,
todos los domingos, al clarear,
las tres nos vamos de viaje
hacia cualquier lugar.
Elena mira el paisaje;
Inés sueña; yo finjo dormitar.
(Antes, naturalmente,
Elena me ha vestido de bella durmiente).
Cuando vemos un niño
nos detenemos un momento,
y levantada en el aire por la mano de Inés,
yo le cuento a ese niño
este hermoso cuento:
“Había una vez. . .”.
1959
(1) Dulcilla: Títere que representaba a una muñeca fina. José Pedroni funda en 1957 con un grupo de alumnos del 1º año de la escuela Normal Domingo F. Sarmiento de la ciudad de Esperanza (Santa Fe), una compañía de títeres que llama “Teatro de Títeres de Pedro Pedrito”. La mayoría de los muñecos fueron hechos por Pedroni, su esposa y alumnos de la escuela normal. (N del E)
(2) Elena Chautemps de Pedroni, esposa del poeta. (N del E)
(3) Inés Ramseyer, titiritera integrante del “Teatro de títeres de Pedro Pedrito”. (N del E)