Canción de la niña rubia
El jefe de una familia alemana no quería bajarse del barco
porque en la costa no veía los naranjales de que le habían
hablado, y caminaba furioso sobre la cubierta. .
J. M. Pastor: “Reseñas”. Buenos
Aires, 1947, Nº 44, pag. 63
No quiere dejar el barco
el alemán de la barba,
porque no ve el naranjal
prometido en Alemania.
La mujer quiere bajar,
pero es la tarde callada,
con un velo que le ha puesto
la gran fatiga del agua.
La niña quiere bajar,
pero la niña no habla.
Tiene ojos de bolita;
pelo de muñeca en caja.
El hijo quiere bajar,
y mira la tierra ancha:
“¿Por qué no bajamos, madre?
¡Se me está quemando el alma!”
Pero ella es la tarde triste,
y no responde el que manda.
Junto al león del enojo,
ella es la pena velada.
En tanto, la tierra espera
y está junto al río, echada.
La tierra quiere a la niña
que ha llegado por el agua.
Manda al barco su jilguero;
hace señas con su rama;
levanta su pechirrojo
y llora con su guitarra.
Con la espiga en la mano
ya bajará la nostalgia,
traída por mar y cielo
con un cuento de naranjas.
La tierra quiere a la niña
de pelo color de paja.
Tierra de niño moreno
quiérela para sembrarla.
Con la niña de la mano
ya bajará la nostalgia.
Bajará diciendo: “Tómala”;
diciendo: “Es la niña blanca”.
El hijo se verá libre;
la madre en paz y en su casa.
Y en la tierra el alemán
será el alemán que canta.