La pipa con flecos
La pipa de Santiago Vogt mide seis palmos y medio.
Remata en una cabeza de Juan Bart, marinero. (*)
La cabeza está apoyada en el suelo.
Santiago Vogt contempla aquel ojo de fuego.
Lo ve allá abajo, entre nubes, como un lucero.
Y chupa, para traer a la boca el recuerdo.
¡Qué lejos está el río, la viña, los abetos!
Ciertamente que todo está muy lejos.
Hay una larga barba de por medio.
Catalina, la esposa, está sentada en el suelo.
Hay un mar que separa, con velero.
Catalina Schúltheis, peinado su pelo.
Veinte hijos le ha dado a aquel hombre de hierro.
¡Veinte! los cuenta con los dedos.
Están todos los nombres del Nuevo Testamento:
Ana, María, Pedro. . .
La casa está rodeada de trigo en nacimiento.
Es una blanca isla en un mar verdinegro.
Santiago Vogt trae a su boca el recuerdo.
Los trae suavemente por un tubo con flecos.
Todo le llega frío a través del invierno.
Hay una larga barba de por medio.
Catalina, la esposa, está sentada en el suelo.
Catalina Schúltheis, peinando su pelo.
Mira al hombre callado que carda el recuerdo.
Catalina y el perro.
En la casa tranquila se oye pasar el tiempo.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac, el péndulo.
Santiago Vogt fuma sus pensamientos.
Hace anillos de humo que se van hasta el techo.
De repente abre la boca y dice, entre sueños:
-¡Veinte hijos! Son muchos. Y, bueno. . .