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El Toro |
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El Toro (*)
Don José de Oro
tenía verdaderamente
un corazón de oro.
Se le partía la palabra,
y era un revuelto chorro.
Soldado y ángel.
Cordero y toro.
Sermón y baile.
Tenía un corazón de oro.
Sarmiento no tenía nada.
Mirad la golondrina,
la verde rama.
Iba detrás de quien sabía
dónde brotaba el agua.
José de Oro lo sabía.
Su corazón le daba.
“Tómalo” _le decía,
palabra por palabra_.
El gran toro y su sombra.
En la sombra el torito.
San Luis inmensa, sola,
Y en San Juan, torturándose,
la voz de la paloma.
Don José de Oro
tenía verdaderamente
un corazón de oro.
Cuando murió no lo tenía.
Ya lo tenía el otro.
Dos negrísimas astas
de repente se abrieron
en la montaña.
Eran del toro alado
que escarbaba.
Se le venía encima
a Rosas la mañana,
detrás del poncho en fuego
de la nube que apaga.
“¡Salvaje!” le gritaron,
y nada.
“¡Infame!”,
y nada.
“¡Traidor!”,
y nada.
“¡Anarquista!”,
y nada.
También hablaba el toro.
Tronó: “No es nada”.
Y volteando la piedra,
hizo saltar el agua.
(*) San Francisco del Monte, 1826. El presbítero José de Oro es el ayo de Sarmiento. De aquél le viene a éste, según confesión propia, la honradez de ángel, el amor a la libertad, el rapto, la inclinación a la lucha, el apasionamiento por la patria. “Su alma entera se transmigró a la mía”, anota Sarmiento en “Recuerdos de Provincia”. (N del A)
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POETA |
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Yo fui niño una vez,
pero hace mucho.
Me dormía enroscado en la vereda.
Hay una voz que todavía escucho.
Hubo una mariposa. Era de seda.
Debió pisarme
alguna vez un hombre.
Debió mirarme una mujer dolida.
Yo no me acuerdo.
No tenía nombre.
Era, me acuerdo,
como liebre herida.
Enamorada de mi sangre sola
que se dormía al sol
en cualquier trigo,
la mariposa entraba en mi corola.
Yo no sé lo que ella hizo conmigo;
pero ella iba detrás de mi amapola,
ella y la voz que me llamaba amigo.
José Pedroni - 1961 |
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SITUACIÓN |
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Paloma, espiga y ancla,
a 31 grados y 25 minutos
de latitud Sur
-línea del río y la calandria-
y 60 grados y 56 minutos
de longitud,
está mi tierra: Esperanza.
Es un pequeño punto palpitante
hacia el norte del mapa;
boya del trigo verde
corazón de la pampa.
José Pedroni - 1956 |
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PLOMADA |
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Cuelga de un hilo de pescar la pesa
y es un pequeño mundo,
suspendido.
Un ángel invisible la sostiene.
Señala el centro de la tierra,
herido.
Sigue su vertical,
hombre constante,
y llegarás a Dios,
hombre afligido.
José Pedroni - 1963 |
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