El retrato (*)
No mires a la patria en los retratos.
Lo mejor es el nido
sobre el hombre de mármol.
La fuente en que se bebe
es Moreno a tu paso.
Sarmiento es lo que oyes:
el mar, el canto.
Nunca estará en el bronce.
No es la puntualidad de nueve años.
Es la fuga a la calle
para estar con el álamo,
para correr, para llevar la brasa
en la mano, saltando.
El habló y no entendieron.
Dijo que en bronce es vano,
que es frío, cuando vio
que el frío entraba en su quemada mano.
Confundieron su pena de apagarse
con vanidad de lo creado.
Si yo fuera pintor
lo pintaría andando,
con una lanzadera renegrida
como bastón de mando.
Y no lo pintaría, porque está
en todas partes con el árbol.
(*) Estatuas y retratos fríos y deshumanizados sólo sirven para crear ficciones. Sarmiento es uno de los próceres más hombre de nuestra historia, y está vivo. “Lleva dentro de sí todo lo humano”, dice Ricardo Rojas (**). Ama la aurora, el ocaso, las plantas, los niños, los pájaros, las noches de luna, el mar. Le gustan los bailes públicos, las mascaradas, el teatro. Guarda como un trofeo las dos veces centenaria lanzadera de la madre. No deseó la estatua. Conviene recordar lo que dijo respecto de la mejor forma de honrar a los benefactores públicos: Levantar escuelas, poner piletas para tomar agua en las esquinas. (N del A)
(**) Ricardo Rojas (Tucumán, 1882 – Buenos Aires, 1957), poeta, escritor y ensayista argentino. Fue profesor universitario, decano de la Facultad de Filosofía y Letras y Rector de la Universidad de Buenos Aires. (N del E)