Loreto (*)
El niño dice sin decir, mirando:
“¡Qué soledad inmensa!”.
El padre dice: “No será minero;
será lo que yo quiera”.
Bajo el caballo de San Juan a Córdoba,
“todo será” dice la tierra.
El padre dice sin decir, sufriendo:
“¡Qué soledad inmensa!”.
El niño dice sin saber que dice:
“Yo seré lo que quiera”.
Bajo el caballo del dolor que vuelve,
“eso será” dice la tierra.
Más sabía la estrella de la tarde;
más el telar bajo la higuera;
más el caballo que volvía alegre
hacia la cordillera.
(*) Hacia 1821, padre e hijo hacen a caballo la larga jornada de San Juan a Córdoba. Don José Clemente se propone educar a Domingo. Tiene éste diez años. El padre ha dicho: “Mi hijo no tomará jamás en sus manos una azada”. Y conduce al vástago al Seminario de Loreto para la carrera eclesiástica. Fracasa. Regresa amargado. El niño, no. “Yo me sentía Franklin”, dirá después. No halla diferencia entre aprender a saber y aprender a ser, como anota Martínez Estrada. El futuro hombre saldrá beneficiado de aquella aparente mala suerte. Al genio le basta y sobra la vida misma. (N del A)