Dos cartas iguales escribí en la noche
para dos ausentes: tu madre y la mía.
Las madres salieron de distintos puntos
y llegaron juntas al caer el día.
Mi madre, del campo, con su cochecito;
la tuya, de lejos, en veloz carruaje;
una con mantillas que compró en el pueblo
y otra con un gorro que tejió en el viaje.
Llorando, en la puerta, me besó tu madre;
llorando y riendo me abrazó la mía;
y yo, como un niño que no sabe nada,
lloraba con ellas o me sonreía.
Entraron a verte las dos madres juntas.
En la puerta, solo, me quedé parado.
Y esperé el suceso como si tuviera
que verlo en el fondo del camino andado.
Levantóse polvo. Vi en la nube un punto.
Vi en el punto un niño. Vi en el niño un hombre.
La nube de polvo se elevó hasta el cielo.
Y alzando las manos pronuncié tu nombre.