Humo de abrojillo que al rayar el día
trepas ágilmente por la chimenea,
y sobre el tejado corres de alegría
para que te vea;
humo de abrojillo,
el menos fragante, pero el más sencillo
entre los cien humos que tiene la aldea.
Humo de abrojillo, fiel humo de yuyo:
lo que es tuyo es mío, lo que es mío es tuyo.
De noche, en el lecho todo plegadizo
que su cuerpo aroma,
_su mano en mi mano_
vigilo su sueño que es asustadizo
como una paloma;
y cuando me marcho, tú que eres mi hermano,
fiel humo de invierno,
te quedas con ella.
Así, como un grano,
partimos el goce de su beso tierno
que es nuestra alegría:
yo de estrella a estrella
y tú todo el día.
Humo de mi fuego, que es el más escaso,
ese olor humilde que tienes _acaso
no hueles a nada_,
sin querer en todo lo dejas de paso:
en mi mesa pobre,
en el mismo cobre
del caldero limpio, que es como un espejo,
en la red colgada,
en el pan del día
y en mi traje viejo.
Y oliendo estas cosas,
fiel humo que acaso no hueles a nada,
yo siento en el alma la misma alegría
que si oliera rosas.
Humo envejecido
que al sentir la llama te escapas del yuyo
como perseguido:
todo lo ligero, todo lo apagado,
es hermano tuyo:
el polvo aventado,
el pañuelo roto visto en el momento
de la despedida,
la tela de araña desgarrada al viento,
la rosa sin vida
que se nos deshoja,
la neblina floja
por la calle abierta,
la barba del viejo sentado a la puerta,
la sombra del árbol con cuya seroja
mi casa sahúmo,
y este verso mío que también es humo.
(*) Baldomero Fernández Moreno: (San Telmo, Buenos Aires, Argentina, 1886 - 1950) fue un poeta argentino. Su poesía, universal y hondamente nacional al mismo tiempo, ha inmortalizado la estética de los barrios porteños y la cálida placidez de las provincias y sus características rurales. Su soneto más recordado es "Setenta balcones y ninguna flor". (N del E)