2ª Carta a José Portogalo
Esperanza, 5 de febrero de 1953
Portogalo:
Ya a punto de partir, repaso este extenso y enmarañado borrador y veo que me he olvidado de algunos pequeños hechos que pueden agregarle amenidad a la nota periodística, sobre todo cuando la vida del biografiado carece de sucesos sorprendentes. Anote usted que mi primer empleo en el pueblo de Juncal lo conseguí mediante la recomendación de un corredor de bolsa de Rosario. Este señor, al cabo de unos meses, tuvo un encuentro con quien era mi patrón allá en la pampa. Era de rigor que el recomendante averiguara sobre las aptitudes y la conducta del recomendado. «Ah, muy bueno el muchacho –fue la respuesta− pero me gasta cada día un block de papel de cartas haciendo versos». Y era verdad. Esta costumbre de borronear poesías en formularios de facturas y papeles timbrados de comercio me dura todavía. Es natural que ello ocurra. He vivido siempre entre comerciantes e industriales.
Anote usted también que conozco a fondo las faenas del campo, porque las he seguido de cerca en cuanto lugar he estado. No soy un agricultor; pero la cosecha ha sido la emoción de toda mi vida, desde mis primeros años, cuando me iba detrás del equipo de trillar, cuya salida del pueblo era una verdadera fiesta. El convoy se componía de motor, trilladora, carro parvero, carro aguatero y varios perros. Nos arrastraba al campo como la banda de música.
Este contacto con la tierra y su hombre me dado ocasión de conocer sus problemas y de participar, como aficionado, en algunos de los quehaceres del agro. He arado; le levantado, cargada, la horquilla; he hundido la pala en el suelo; he «pulseado» los sacos de trigo, levantándolos del suelo y depositándolos en el hombro del «hombreador». También he visto cómo se maneja la báscula de medir grandes pesos y con qué facilidad se le birla al colono algunos quintales de trigo en cada pesada. Conozco el accidente de trabajo en todos sus trágicos matices, desde el dedo cortado hasta la misma muerte.
Mis aficiones: me gusta la caza, la pesca y el fútbol. Por una salida al campo o una partida de «mi cuadro» abandono cualquier cosa. He sido durante muchos años miembro obligado de las instituciones deportivas, y he seguido a los muchachos hasta lejanos lugares, pero verlos ganar o perder. He gritado como un poseído en las canchas, desarraigando la alambrada, y he seguido la bandera victoriosa de mis colores, entreverado con el pueblo.
En fin, he estado en todas.
Le ruego, si puede, que me devuelva las fotos, y muy especialmente la página que le agrego, con la poesía del colono Jaquín. He pensado que usted querría leerla completa. Creo que vale la pena. Considere usted que es de un inmigrante, lector de Lamartine y Beranger, que se estableció en plena selva.
Le transcribo, finalmente, íntegra la nota del Ferro-Carril sobre este bardo de la colonia de 1856:
«Entre las notabilidades de la colonia se cuenta un Beranger en la persona de un colono que ejerce la humilde profesión de carpintero. Cuando visitamos la colonia, un amigo nos llevó a la casa del poeta y tuvimos el gusto de conocer un carácter muy original».
«M. Jaquín vive solo, como conviene a un hijo de las musas. Su mueblaje y hasta el servicio de la mesa es todo hecho de su propia mano y la única pieza de que se compone la choza está lleno de trabajos de su oficio: virutas y papeles; todos amontonados en una confusión propia de los que atemperan los licores de este mundo con la aguas de Helicón».
«M. Jaquín es un poeta muy modesto. Tuvimos trabajo para conseguir que nos leyese algunos de sus versos, lo que nos dejó asombrados por la pureza de su dicción y el ingenio de su construcción. Después de mucho rogar, sacamos una promesa mandarnos copias de varias de sus composiciones y hoy día recibimos una carta de él que nos dice que nos había mandado un paquete dirigido a nosotros, y que lo suponemos perdido en Santa Fe, pues no ha llegado a nuestras manos».
«El administrador de Correos que ataja las inspiraciones de un poeta merece la suerte de Tántalo».
»Nosotros esperamos que nuestro amigo Jaquín nos hará el favor de volver a mandarnos sus canciones, que tendremos mucho gusto de publicar en el Ferro-Carril».
Y chau, Portogalo.