Arado
Un pájaro venía por las nubes.
Un gran ibis de fuego. (1)
Venía desde Egipto.
Lo derribó el hondero.
Cayó apagándose en la muerte
y se clavó en el suelo. . .
De encina, de álamo y laurel
era su cuerpo entero.
Vino Hesiodo a mirarlo. (2)
Puso sus manos en los remos.
Después vino Virgilio. (3)
De luz estaba envuelto.
Dijo: “Deus, ecce Deus!”. (4)
Dijo: “Venid, oh versos!”.
Y vino la gaviota
desde un lugar del cielo.
Nadie la había visto.
Se hizo en aquel momento.
Voló sobre Virgilio
con traje de ángel, nuevo.
El arado partió.
Detrás iba el labriego.
Adelante iba el buey.
Alrededor, el perro.
Virgilio con su vara
escribía en el suelo.
Como el agua, corría
el cristalino verso.
Corría a un bosquecillo
de color verdinegro.
Decía entre amapolas:
“Debellare superbos”. (5)
- Ibis: aves zancudas de África de tamaño mediano y pico arqueado hacia abajo. (N del E)
- Hesiodo: fue un poeta de la Antigua Grecia de alrededor del 700 a C. (N del E)
- Virgilio: (15 de octubre de 70 a. C. – 21 de septiembre de 19 a. C.) fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. (N del E)
- “Deus, ecce Deus”: (latín) “Dios, aquí está Dios”. (N del E)
- “Debellare superbos”: (latín)” Someter a los soberbios”, lema que aparece en la Eneida de Virgilio. (N del E)