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Otros: El entierro de mi abuelo |
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Otros
El entierro de mi abuelo
1
Tañía la campana
con un vaivén materno.
Por el camino blanco
se alargaba el cortejo.
A su paso, en las puertas,
se iba cerrando el pueblo.
Flor, crespón y bandera
de Italia sobre el féretro.
A pulso conducido
por los amigos viejos.
Bajo el sol una nube
se tendió como un lienzo.
Y su sombra, en la calle,
hizo más fresco el viento.
El canto de las madres
iba meciendo al muerto.
2
Llorando, eras un ángel
con tu vestido suelto.
Una mano en los ojos
y la otra en mi cuello.
Yo, todavía un niño,
te miraba en silencio.
El tono de las voces
me hacía un mal inmenso.
3
El ataúd bajaron
a un hoyo recién hecho.
Me incliné temeroso
para mirarlo adentro.
Un puñado de tierra
y otro me sorprendieron.
Tu llanto, como lluvia,
se desató de nuevo.
Y en tu dolor, llorando,
se refugió mi miedo.
4
La bandera tendía
su despedida al viento.
Con la pala en el hombro
se fue el sepulturero.
Las madres, como sombras,
buscaron a sus muertos.
Sobre el amor perdido
una lloró un momento.
Otra limpió la losa
sin nombre ya, en silencio.
Una encontró caída
la cruz de su recuerdo.
Y la más triste un nido
sobre la cruz de hierro.
Solo, junto a la tumba,
desesperó tu duelo.
Yo te llamé tirando
de tu vestido negro.
Y te llevé al camino
como se lleva un ciego.
5
La bandera de Italia
iba llegando al pueblo.
En el último coche
tus brazos me subieron.
Me senté en tus rodillas
para darte consuelo.
Así es la vida _dijo,
sentencioso, el cochero_.
E hizo estallar el látigo
sobre los moros nuevos.
Parda, sus remos flojos
abrió la tierra al viento.
Y dio en seguirnos baja
como pájaro lerdo.
Cantando, un pechirrojo
se levantó del suelo.
Y en el linar florido
se apagó como un fuego.
Yo me quedé asombrado
de aquel suceso aéreo.
Me acordé de las luces
en las fiestas del pueblo.
Y de los globos verdes
que llegaban al cielo.
Cargado de palabras,
te miré sonriendo.
Y me extrañé en mi gloria
verte llorar de nuevo.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Madre: ¡nunca debiste
llevarme al cementerio!
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POETA |
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Yo fui niño una vez,
pero hace mucho.
Me dormía enroscado en la vereda.
Hay una voz que todavía escucho.
Hubo una mariposa. Era de seda.
Debió pisarme
alguna vez un hombre.
Debió mirarme una mujer dolida.
Yo no me acuerdo.
No tenía nombre.
Era, me acuerdo,
como liebre herida.
Enamorada de mi sangre sola
que se dormía al sol
en cualquier trigo,
la mariposa entraba en mi corola.
Yo no sé lo que ella hizo conmigo;
pero ella iba detrás de mi amapola,
ella y la voz que me llamaba amigo.
José Pedroni - 1961 |
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SITUACIÓN |
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Paloma, espiga y ancla,
a 31 grados y 25 minutos
de latitud Sur
-línea del río y la calandria-
y 60 grados y 56 minutos
de longitud,
está mi tierra: Esperanza.
Es un pequeño punto palpitante
hacia el norte del mapa;
boya del trigo verde
corazón de la pampa.
José Pedroni - 1956 |
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PLOMADA |
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Cuelga de un hilo de pescar la pesa
y es un pequeño mundo,
suspendido.
Un ángel invisible la sostiene.
Señala el centro de la tierra,
herido.
Sigue su vertical,
hombre constante,
y llegarás a Dios,
hombre afligido.
José Pedroni - 1963 |
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