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Otros: Palabras a la mesa |
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Otros
Palabras a la mesa
Pacientemente
mi padre te labró,
y cuando ella le amó
tu superficie era una frente.
Mi madre no te conocía;
te vio el primer día
de su luna de miel,
cuando al nuevo hogar
se dejó llevar,
pálida, por él.
Con su mirada clara
te colocó el mantel
que sin verte bordara.
Después,
en la fragante cera
de tu tez
_como al tiempo lo hiciera
con mi melena lacia_,
te acarició sumisa,
y por primera vez
te hizo la gracia
de su sonrisa.
Sobre ti, al otro día,
se cortó el primer pan,
y en el ademán
de la alegría,
él volcó sin querer
sobre tu pudor divino
de doncella
la copa de vino
a medio beber
que le sirviera ella.
Juntos en el dolor,
enjugaron la mancha
que se extendía como un rubor
en tu mejilla ancha.
Después, qué iban a hacer los dos:
cumplieron con Dios:
y vinieron Félix y Bernardo
_dos plumillas de cardo
de paso para el cielo_;
y Carolina, la Cenicienta;
y Antonia, su consuelo;
y Vicenta,
simple como su nombre;
y Ercilia, que de santa (*)
se murió por un hombre;
y yo el que canta
sin haberlo querido
por el sendero en paz;
y otros pájaros más
que te hicieron su nido.
Tu hermosura
no duró casi nada.
Con la tortura
de la sal derramada,
y la quemadura
de la brasa caída,
y la herida
del cuchillo,
y el rasguño
del cepillo,
y el golpe de puño
para hacernos callar,
y la misma emoción
de vernos llorar
con toda la cara
sobre tu corazón,
en poco tiempo te faltara
nada más que una cosa
para que fueras la mano nudosa
de un trabajador:
el temblor.
Mesa de pobladores,
ya demasiado triste
para ponerte flores:
como una madre fuiste,
una madre de aquellas
que por vestir sus hijos
no se vestían ellas.
Tuyas son las estrellas,
tuyo el mar,
tuyo el cielo profundo,
a quien puedes gritar
a toda voz
para que te oiga el mundo:
¡He cumplido con Dios!
(*) Felix, Bernardo, Carolina, Antonia, Vicenta, Ercilia: Hermanos del poeta. (N del E)
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POETA |
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Yo fui niño una vez,
pero hace mucho.
Me dormía enroscado en la vereda.
Hay una voz que todavía escucho.
Hubo una mariposa. Era de seda.
Debió pisarme
alguna vez un hombre.
Debió mirarme una mujer dolida.
Yo no me acuerdo.
No tenía nombre.
Era, me acuerdo,
como liebre herida.
Enamorada de mi sangre sola
que se dormía al sol
en cualquier trigo,
la mariposa entraba en mi corola.
Yo no sé lo que ella hizo conmigo;
pero ella iba detrás de mi amapola,
ella y la voz que me llamaba amigo.
José Pedroni - 1961 |
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SITUACIÓN |
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Paloma, espiga y ancla,
a 31 grados y 25 minutos
de latitud Sur
-línea del río y la calandria-
y 60 grados y 56 minutos
de longitud,
está mi tierra: Esperanza.
Es un pequeño punto palpitante
hacia el norte del mapa;
boya del trigo verde
corazón de la pampa.
José Pedroni - 1956 |
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PLOMADA |
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Cuelga de un hilo de pescar la pesa
y es un pequeño mundo,
suspendido.
Un ángel invisible la sostiene.
Señala el centro de la tierra,
herido.
Sigue su vertical,
hombre constante,
y llegarás a Dios,
hombre afligido.
José Pedroni - 1963 |
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